Como os dije en el capítulo anterior, esta semana realmente ha sido dura para mi.
Me han ocurrido cosas, importantes, muy importantes para mi equilibrio psicoemocional, que si no estoy más chalada es porque Dios no quiere.
El caso, es que aquel punto de no retorno que me prometí a mi misma, lo mandé al carajo a cambio de satisfacer mis instintos más primitivos. Eso, por una parte.
Por, otra, y casi más impactante, reencontrarme con mi pasado de manera casual; Yo, con él, porque resulta que pocas explicaciones tuve que dar a cerca de mi vida, ya que la había estado siguiendo a través de mis páginas. Realmente, el hecho, me impactó, pero no he de darle más importancia de la que tiene. Una, simplemente ha de demostrar que es una señora hasta en las situaciones más adversas.
Pero lo que realmente me incumbe para escribir, a estas horas, y con la que está cayendo, seguro en cualquier sitio (aquí por suerte, las lluvias han remitido), es ese tema que otras veces he alabado, y que hoy, más que nunca, me arrepiento un poco de ello.
No me gusta ser segundo plato de nada, ni comodín, ni alternativa C, ni compromiso. Pero, parece ser que con ciertas personas esa debe ser mi actitud.
Sobre todo, lo que más me duele es que no se donde han visto en mi ese ogro que se cabrea, insulta, blasfema y patalea cuando algo no es de su gusto. No se, que dificultad hay para decirme una verdad. Y no se, porqué cuando no deben decir la verdad, la dicen y lo joden todo.
Me duele, que se me cuenten las cosas un mes después de ocurridas, por falta de valor. Me duele, que no se me conteste a un sms, aunque sea para darme una mala excusa. Me duele que se me mienta para sacarme información personal sin pensar en cómo me puedo sentir.
Yo, no soy así, no quiero ser como ellos, no me sale del alma. Pero tengo mis límites.
Y lo que más me duele, es que me sepan apreciar desconocidos y me busquen para encontrar su momento de paz conmigo, y no lo hagan los que consideraba como "apéndices articulados".
C.W dixit