sábado, 27 de marzo de 2010

VI: Hanna Candelilla Francelona

Tanto tiempo llevábamos pensando en una escapada, que hasta que no sentimos el sueño de la madrugada en nuestro cuerpo no fuimos conscientes de que nos íbamos de viaje.
Y como los últimos, de los que grabaré en mi mente con cada imagen, cada palabra y cada sonido.
Porque, el aparecer en un autobús camino de nuestro destino, rodeadas de italianos, y que Hanna pregunte: Hace falta marcar el 034 para llamar a mi madre? no tiene precio.
Mi respuesta: Hanna, estamos en España!
Y es que, entre la cantidad de extranjeros, la lengua, y el ambiente, confundimos la ciudad con Francia, así que, decidimos pensar en nuestra propia ciudad, y llamarla Francelona.
Al fin y al cabo, los días que estuvimos allí, puedo entender el caos de mi amiga, pues nos juntamos, una de Madrid, una de Jaén, dos mitad de Granada mitad de Jaén, y uno catalán de ascendencia cordobesa. Por no hablar de los nativos franceses....
Momentos como ese, o como ver la cartelera y volver a decir: Anda, aquí también echan las pelis en español.. y que el kiosquero mire con cara rara.. y yo me empiece a reír en mitad de la calle, son los que son dignos de que pasen a la posteridad.

Lo pasamos genial, disfrutando de una agradable compañía que nos enseñó lo mejor de Barcelona, paseando en un descapotable, en plan retro, visitando nuestro barquito, escuchando las canciones de nuestras vacaciones, y fotografiándonos sin ton ni son.
Cenamos en un sitio estupendo, mezclando comida italiana, con mexicana, china y lo mejor de todo, sentados en plan árabe. Y copeamos en un sitio que parecía haber sido elegido para mí, donde, entre otras historias, hablamos de los caballos de Buitrago que parecían burros peludos, de Cela.

El sábado, después de ver nuestra "casa flotante" , decidieron llevarnos a lo más alto de la ciudad, al Tibidabo, dónde asombrados, vimos como la gente se montaba en lo más soso que puede tener un parque de atracciones: una avioneta que solo da vueltas alrededor del mismo eje. De ahí, el nuevo dicho: eres más inútil que la avioneta del Tibidabo...Aunque también pudimos mirar la ciudad por un telescopio al revés, que es como mejor se ve, y hablar de boda, y de sitios infinitos.

Luego, como buenos chicos, a descansar para tomar fuerzas y darlo todo por la noche. Vaya si lo dimos. Algunos, más que otros, pero eso queda en pacto de caballeros y caballeras. Pero, cantar sevillanas en el coche, sin la capota, a las 5 de la mañana, y colocarnos correctamente cada vez que pasaba un coche de los Mossos, no tiene desperdicio. Sobre todo, cuando nosotros lo hacíamos con el coche parado. Y desayunar nuggets de pollo del Mcrrata, después de la prueba de "prevención de alcoholemia" (que digo yo, que si es prevención, por qué te la hacen después de beber?), son cosas que sólo hacen gracia cuando tu vas ahí.

El resto de cosas, como los paseos, las frases, los chistes, los besos, las fotos, los bailes, los mejillones al vapor, las flexiones en el suelo, el chachachá, Francisco Alegre y Olé, el minero, el Meme, las amadoras y el Kulikitaka, los abrazos, el metro al revés, Liceu, las pirámides de gente, el mercado de las flores de las Ramblas, la Catedral del Mar, el sombrero de Jose, el culo del coche de Dani, el primo V. de la terraza, que ni era primo ni nada(pero que nos veremos en una barbacoa)el taxista que piensa que debo dar buenos bocados, y las otras cientos de cosas que vivimos, quedarán en nuestra mente, en nuestras fotos, y en las sonrisas que esbozaremos, cada vez que hablemos de ello.