Vuelta a lo mismo, a mi piso, a la rutina diaria y a la misma situación de déjà vu que se repite cada cierto tiempo.
He pasado unos días estupendos rodeada, esta vez sí, de mucha gente a la que quiero o estoy empezando a querer. He podido ver a mis amigos, a todos, y me han descubierto la magia de una gran velada. Mi familia, pilar importante en mi vida, ha estado presente casi al completo, con todos los peques a mi alrededor, hermanas y cuñados y mis padres por supuesto.
La vuelta, quizas un poco más dura. No por lo sustancial, que eso nos pasa a todos después de unos días sin hacer nada, sino porque no sabía con qué me iba a encontrar.
Algo de incomunicación, lo suficiente para darme cuenta de muchas cosas. Y la principal, es que todo ha cambiado. Y sí, una cambia cuando una quiere, no hay más que autoanalizarse, y comprobar que inclinamos la balanza hacia el lado que más nos interesa. Se le pone fin a las situaciones que nos cansan, al igual que las iniciamos cuando algo nos motiva. El problema, es que solo se cuente con la parte implicada al inicio, y no al final.
Pero, como dicen por ahí, todo es por algo. Aunque algunas veces no lo queramos reconocer, y ese algo lo creemos nosotros.
Creo que he dado muchos pasos hacia adelante intentando crear algo hermoso. Pero ha llegado el momento de parar, poner las luces de emergencia, y esperar. Alguien vendrá a por mi, estoy segura. Confio en ello.