martes, 22 de junio de 2010

XIV: Tesoros

A veces, cuando nos han regalado algo que no esperábamos, sentimos tanta ilusión por ello, que nos asusta romperlo, nos da miedo que un día caiga al suelo y se parta, o que venga alguien con malas intenciones y nos lo quite.
Y lo que hacemos es esconderlo, lo guardamos, para protegerlo. Lo dejamos en el fondo del armario, allí donde están las sábanas de la cuna, y otros objetos que miramos de vez en cuando para recordar que fuimos inocentes y que necesitábamos que nos cuidaran.

Y entonces, eso tan bonito, eso que tanto nos gusta, se queda obsoleto, atrasado, hasta empieza a oler a viejo. Y para olvidarlo, lo vamos sustituyendo por baratijas que nos quitan las ganas de disfrutar de algo realmente bueno.

Pasa también, que de vez en cuando , hacemos limpieza, y sacamos todo eso del armario, sobre todo, con cambio de temporadas. Y nos lo encontramos. Eso que nos ilusionó tanto en su día, sigue intacto, pero ahora tiene otro color. Ya no sirve para lo que queríamos, pero aún así, nos encanta. Y probamos volver a utilizarlo, pero, pronto descubrimos que está pasado de moda, y aunque bonito, sí, necesitaremos estar al final de nuestras vidas, para darle todo el valor que en su día tuvo.