El caso, es que una de las ideas que me ocupa mi tiempo mental, es la felicidad. Es muy difícil definir que es la felicidad. Quizás sea más fácil decir que es lo que no nos hace felices.
Que me digan que trasmito paz, me hace feliz. Que me digan que solo pasaban a saludarme, porque sentían que me añoraban, me hace feliz. Que me digan desde la otra punta del planeta, que me quieren, me hace feliz. Porque se que son cosas que salen del corazón, que yo no he hecho más que estar ahí detrás y de pronto, recibir este tipo de comentarios es todo un soplo de oxígeno a mis pulmones.
Desde que era una pubertilla me he dedicado a repartir mi impetu y mi felicidad en distintos ambitos. No se si lo consigo con gran intensidad o no, pero me basta con que una mueca de dolor se convierta en sonrisa.
En ocasiones, mis esfuerzos, no han dado el resultado que esperaba, pero mi conciencia está tranquila por saber que todo mi yo, estaba haciendo lo máximo posible para conseguirlo.
En otras ocasiones, parece que no estoy haciendo lo correcto, o que he dado señales y se han interpretado mal. Y es ahí cuando me retiro, pero lo hago por la verdad. El dolor por desamor es más pasajero, que el dolor por la mentira.
Será que anochece antes, será que tengo mi lado escorpio más activo, será que me hacen sonreir muchas veces al día, o será, simplemente, el equilibrio vital de mis sentimientos. La cuestión, es que aquí, la que escribe, intentará hacer todo lo que esté en sus manos, para que el que lo necesite, sea feliz conmigo.