jueves, 23 de junio de 2011

XXXIV: Poderes mentales

Os voy a confesar unas cuantas cositas:

Soy multimillonaria, peso 60 kg y el Señor M. es mi futuro marido. Y además, mi libro, el que está en todas las librerías más IN del mundo, está siendo un éxito.
Que sí, de verdad de la buena. Espera, que se me olvida algo también: mi yate está preparado para que organicemos una fiesta digna del mismísimo Baco.

Ay queridos, es que me estoy leyendo "El Secreto", quería después de la última novela espesa, leer algo de humor...
Y es que según el libro, la Ley de la Atracción es tan real como que el Sol sale por el Este. Todo lo que consigas visualizar, lo vas a conseguir. Todo lo que consigas creerte, lo vas a tener. Así que yo ya me he empezado a creer todo lo que me falta, sobra. Es curioso el planteamiento, aunque tiene sus menos y sus más....

Es cierto, que siempre he pensado que atraigo sólo cosas buenas, y que las malas, las hago parecer menos malas. Los que me conocéis sabéis que soy muy optimista, y que siempre veo el vaso a rebosar. Y que en mi vida, solo hay un botón, el del MÁS, no existe ninguno negativo (al menos permanentemente). De ahí que piense que tengo buena suerte, o que me las arreglo para conseguir que todo lo que hay a mi alrededor fluya. O por decirlo de una manera más concisa y breve: tengo una flor en el culo.

Pero si todos pensaran como yo, el mundo sería feliz, ¿no? todos seríamos ricos, todos guapos, no existiría la miseria, ni el hambre, ni las enfermedades. Todos los gordos estaría con un pibón y los bajitos conseguirían crecer por las noches los centímetros que desean.
¿Y que pasa cuando deseas estar con alguien, cuando sientes que es la persona de tu vida, y lo visualizas, y lo imaginas, y te ves en todos los marcos de fotos, el día de tu boda, y con tu primer hijo, y besándolo constantemente, y esa persona a su vez se concibe con otra, o se imagina todo lo contrario a tus planes? ¿ A quién de los dos hace caso la Ley de la Atracción?
Una de las máximas es que tienes que pensar en positivo, es decir, todo lo que interpretes como un "no quiero" , lo vas a tener como un "quiero". Así que cuidadito con lo que pensáis...

Lo que está claro, o al menos para mí, es que somos libres de elegir lo mejor para nosotros, pero muchas veces no es tan fácil como creemos. Para saber que es lo mejor para ti, tienes que conocerte muy bien, y es algo complicado. A veces, hay personas que tardan años de madurez en conocerse. Otros, no lo consiguen en su vida, y otros, lo conseguimos antes, o al menos creemos que ya lo hemos hecho.
Cuando logras centrarte en ti, es fácil sugestionarse y obtener aquello que ansías. Y lo que sí es cierto, es que debe de ser creíble para ti. Por mucho que me gustaría, no voy a tener poderes mágicos para hacerme invisible cuando no me interese que me vean.

Lo importante de todo es que valores  lo que ya tienes, porque sólo dando gracias por lo que has conseguido, te das cuenta de que lo demás, vendrá en su momento justo, en su sitio exacto, y con la persona correcta.

domingo, 19 de junio de 2011

XXXIII: Por qué los hombres no se depilan y las rubias no se afeitan el bigote

Vengo de un día piscinero. Es lo que tiene Madrid, mucha urbe, mucha modernidad, pero de secano total...Así que hay que tirar de las albercas artificiales.
Ya sabéis, que me encanta observar. Y que la piscina es un foco de temas para hablar.
Pero hoy, como iba con el Primo, la conversación ha sido distinta.
Así que me ha dado por pensar, sobre lo que veía, y dos temas os planteo: ¿por qué los hombres no se depilan? ¿que tiene que ver masculinidad con higiene? ya no es moda, sino comodidad.
Venía en el dominical hoy un reportaje sobre ello, sobre las tendencias actuales de depilación.
Y es que es verdad chicos. La suavidad, la comodidad, y lo estéticamente bonito que resulta un pechito, una espalda, unas axilas por no hablar de otras partes...¿de verdad que no lo habéis probado?

Si a las mujeres se nos exige por norma, y comparamos con otros países vecinos cuando queda algún pelillo mal visto, ¿por que ellos no? Que es un latazo, sí, doy fe. Que nada más que pensar en como una cinta de cera arranca uno a uno cada vello, mientras que tu sientes como si un alfilerito te va pinchando en cada poro, da dolor, pues sí. Pero también la sensación es muy buena. Suaaaaaaaaaaaave...
suaveeeeee....suaaaaaveeeeee.... y limpio. Da esa sensación. De verdad, creedme.

Y el segundo tema: ¿por qué las rubias no se afeitan el bigote? ¿de verdad creen que porque tengan el vello rubio, no se les nota? si hay algunas, que mientras piensan, se retuercen las puntas y hacen caracolillos. Señoras, que se nota, o mejor dicho, que pinchan.

Desde aquí mi llamada o mi consejo a ambos: hombres y rubias, el vello, no es bello. Mejor por defecto, que por exceso. Que la naturalidad no es excusa para no hacerlo.

Regalo unas caricias al que lo pruebe.

viernes, 17 de junio de 2011

XXXII: Verano

Tras el baile de fin de curso, una maleta, el Renault 6, y la A-316 abrían las puertas a lo que un largo verano de tres meses nos esperaba con los brazos abiertos.

Cierto es que nos daba algo de pena ver a mis padres despedirse de nosotros hasta el siguiente fin de semana. Pero sólo una poca de pena.
Abríamos la puerta del patio antes de que papá metiera el coche de culo, siempre del mismo modus operandi, porque si no, raspaba el largo morro que tenía la "marranica".

Los dompedros habían florecido ya, el níspero y el ciruelo estaban rebosantes, y la palmera, tan flamenca y frondosa como siempre, fruto de la discordia entre la vecina bruja que se quejaba constantemente de ella. Pobre palmera, que culpa tenía de ser tan bonita. El pinsapo, tan verde, tan alto, tan imponente, tan acogedor en su pie, para darnos sombra en las calurosas tardes.

Y mi abuela, al fondo, en la calzada, sentada rezando el rosario de la tarde, en su mesita camilla y su mecedora roja, con esos cojines tan horteras que siempre terminaban por los suelos, por el vaivén de la misma.

Esos besos, esos abrazos tan fuertes y que con tanta alegría nos recibían. Una cenita rápida, un "portaos bien y haced caso a la abuela" y una envoltura de amor de madre, dejándonos pasar las vacaciones lejos de su ala. En realidad, nadie nos obligaba. Era lo que esperábamos. Era lo que tocaba cada año.

Día tras día, las rutinas eran las mismas. Madrugar, hacer los recados, ordenar la casa, ayudar a hacer la comida, recoger la mesa, salir al patio huyendo de la siesta, entrar a los 10 minutos por no aguantar el calor, tirarnos al suelo en una manta bajo el ventilador, ver Curro Jimenez, Verano Azul o la novela de turno que mi abuela siguiera, merendar, ayudarle a vestirse para ir a misa, jugar corriendo, regar las plantas, ducharnos, cenar esos bocadillos impresionantes de mortadela Pamplonica, salchichón o salchichas con ketchup.
Y salir a la calle oliendo a Nenuco, con las esparteñas y los pantalones cortos, con las rodillas llenas de desollones, con la silla de ella, para dejarla sentada en casa de las vecinas, y mientras, de lejos nos vigilaba, ir a la plaza, a por la recompensa diaria: la granizada de Periquillo, a 6 duros el vasito, ese gran misterio alimenticio, con más secreto que la Cocacola. Un par de horitas haciendo el cabra por la plaza, y a casa de nuevo. La noche no terminaba ahí, porque la sesión de observar el cielo, con las luces apagadas, las toallas por encima por el fresquito, y contar las estrellas, no podía faltar.
Así, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes...El sábado volvían mis padres, mi madre hacía la comida, mi padre lavaba el coche, mi abuela se ponía nerviosa, y nosotros nos aprovechábamos de los mayores para que nos dieran dinero y poder comprar los helados grandes.
Y los días que la Tita estaba, todo era distinto. Entonces sí no hacíamos nada, sólo disfrutar, pues nos llevaba a tomar mostos tintos a la plaza, a comprar a los supermercados, a probarnos ropa, a la piscina, a bailar a la discoteca de verano.

Que felices éramos con tan poco, nos bastaba con llenarnos de tierra las manos, con correr delante de la manguera y con contar las estrellas y los aviones que pasaban por encima de nuestras rubias y pequeñas cabezas. Cuanto valor adquieren las anécdotas, cuando tan lejanas están.

domingo, 12 de junio de 2011

XXXI: Amistad

Esta madrugada, de vuelta a casa, lancé una pregunta al aire, con todo el propósito del mundo: ¿quién es tu  mejor amigo?
La respuesta anduvo por las ramas, hasta que está mañana se me contestaba en un mail una visión de lo que para esa persona supone la amistad.

La amistad, termino que comparte raíz de la palabra amor.
¿Que es para mi la amistad? sinceramente, el regalo más bonito y menos preciado que tenemos los seres vivos.
Partiendo de lo más básico, interpreto la amistad como el  intercambio de emociones entre dos seres. Y hablo de seres, porque, aunque yo no tenga, creo que los animales, por ejemplo, pueden responder a los mismas emociones.
En cuanto a las personas, me centraré más ahí, creo que una amistad nace de manera espontánea, más o menos rápida. La verdadera, es la que a parte de nacer, crece, se reproduce, y nunca muere.
Entonces, ¿por qué todos perdemos amigos, o los cambiamos? Porque realmente hemos visualizado esa amistad como un intercambio no de emociones, sino de razones.
Por eso, casi nunca se produce una amistad sincera entre un hombre y una mujer, por eso, cuando alguien que hemos considerado un amigo, nos dice una verdad que no queremos oir, nos molesta.
Por eso, cuando nos piden algo que escapa de nuestras manos, de nuestro monedero, que sale de nuestras costumbres, se nos diluye esa amistad.

A veces encontramos ese sentimiento de amor natural (tema que ya he comentado otras veces) en la distancia, a través de una pantalla, de un teléfono, de un mensaje. Palabras que nos llegan al corazón, y que producen en nosotros cambios, y consideramos amigo a quién lo ha provocado.
A veces, solemos salir con la misma gente, que durante mucho tiempo hemos llamado "amigos", y sin embargo, no saben nada de tu vida, que te hace llorar, que te hace reír, cual es tu canción preferida.
A veces, confundimos unas conversaciones con la amistad, cuando quizás han sido sólo una muestra de cortesía, de socialización.

La amistad tiene que ser amor, para ser real, y el amor, es dar sin esperar recibir nada a cambio. Lo demás, es compañerismo, colegueo, camaradería, o simplemente, falsedad.

Un amigo no es el que te da un abrazo cuando lo pides, sino el que te abraza antes de que lo necesites.

domingo, 5 de junio de 2011

XXX: Hablar por hablar

Hay una frase que dice, que tenemos dos oidos y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos. Me la enseñó un sabio de Puertollano.
A veces sobran las palabras, sobre todo cuando son sin fundamento.
A veces, hablamos, o escupimos frases sin sentido por hacernos notar, por resaltar, por marcar territorio. Sandeces sin sentido para ocultar nuestra triste realidad. O nuestra alegre realidad. Pero no nuestro presente.

Sin embargo, nos paramos poco a escuchar. No nos gusta; no nos gusta nada soportar lo que le acontece al que necesita una palabra de apoyo, una opinión, un consejo. Pero cuando pasan las cosas, nos extrañamos, y volvemos a hablar y a decir que cómo desconocíamos lo que ocurría.

¿Alguna vez te has parado a escuchar tu corazón?

Reconozco que uno de mis vicios, de los pocos o ninguno que tengo, es escuchar el corazón de la persona que quiero, o que me importa. Los latidos, el bombeo de la sangre que le da vida, que le hace respirar. Su aceleración, su relajación. Me hace sentir en calma, tranquila, y creo firmemente que empezando por la parte más intima o interior de esa persona, se puede empezar a entender las distintas capas que cubren su ser.
Claro está, que no te puedes ir pegando al pecho de cualquiera, así como así. Pero, hay mil formas de escuchar, y de escucharnos. Sólo se necesitan dos cosas básicas, querer, y estar abiertos a recibir los mensajes que nos envían los cinco sentidos de quien tenemos delante.

El único riesgo que corres así, es que nunca quieras dejar de escucharlo.