martes, 16 de junio de 2009

Capítulo 64: 33 horas y un amanecer

Comenzaba a otearse en el horizonte una línea blanca. Y salió el sol. Y amaneció, mientras los cinco permanecíamos abrazados por el frescor del día.

Pero antes de que el alba nos sorprendiera a drede bajo los pies de la cruz que un día se erigió por mandato de Fernando III, y vieramos como ardía el centro comercial, pasaron muchas cosas.
Decidimos subir, evitando la idea de ir a la playa a las 4 de la mañana. No es que no fuera un gran plan, es que en caso de ausencia de Marisa, me tocó a mi poner un poco de cordura. Pero anterior a discutir si playa, Granada o Castillo, se nos quedó pendiente un mojito en el Dean, y aunque ya veníamos de tomar unas cervezas en St. Patrick, necesitabamos alargar la noche.
No se cuantas burradas pudimos soltar esa noche... Y es que con Joann y su español descarado, salieron temas tan sorprendentes como las costumbres púbicas de este país, el que me faltara una fusta para no se qué, la pelea de dedos indices y el movimiento de los puños cerrados. Y eso, que no habíamos bebido.

LLegamos a St. Patrick porque tras esperar un rato en la taberna del Payo, esa noche no dió espectáculo. El espectáculo lo dieron Alex con su guitarra y Juan con su baraja, que como siempre, nos dejó alucinando a todos con sus hábiles manos. Lo curioso de éste local, es que El Payo, a parte de recontar una y otra vez la gente que va entrando a su local, lo primero que te dice al ponerte las pipas de tapa, es: las cáscaras al suelo, eh?

Pero antes de ir a la taberna, nos habíamos reunido con Juan y Edu en El Azulejo, un bar-pub donde estuvimos cenando y picoteando algo, después de salir del estupendo concierto que Vetusta Morla dió en el Lagarto Rock. Habíamos llegado allí con Alex y Eva, casi casi nos juntamos los cuatro a la misma vez.

Se supone que ella tenía que haber llegado 2 horas antes, y que nosotras teníamos que estar esperándola en la parada del bus, pero llegar de la piscina se nos hizo un poco arduo, puesto que allí, tiradas en la costa, Joann y yo tomabamos el sol que las nubes nos dejaban, y sobre todo, nos refrescabamos del calor que teníamos acumulado, después de visitar durante toda la mañana la ciudad y de meternos entre pecho y espalda unas migas y unas tapitas de las tascas de la catedral.

Y es que pese a levantarnos tarde, porque nos acostamos tarde asistiendo a las fiestas de la Virgen de la Capilla, nos cundió bastante el día. Y eso que mis 33 horas empezaron a las 10 de la noche del viernes, cuando con un abrazo fuerte, volví a reencontrarme en el mismo sitio y a la misma hora, con mis amigos.