Tememos a la muerte, porque pensamos que nuestra vida termina en la tierra, y nos aterra no saber que va a pasar después, nos aterra pensar que vamos a perder todo lo que tenemos aquí, y nos entristece pensar que todo lo que hemos construido, se perderá en el olvido.
Asumimos una muerte paterna porque sabemos que es ley de vida, asumimos el adiós de las personas mayores, porque todo tiene su fin.
Pero cuando recibimos la noticia de que alguien, dos años mayor que tú, joven, muy joven, con muchas cosas por hacer, desaparece de pronto, sin esperarlo, de la noche a la mañana, el impacto es muy duro. Mucho.
Aunque el vínculo no fuera demasiado, el conocimiento y la cercanía era plena.
Duele pensar, que alguien así desaparezca, y que cabrones que joden al mundo sigan vivos.
Duele mucho pensar en el sufrimiento que le quedará a esa familia de por vida, que en parte, es mi familia también, porque el recuerdo de él será inmortal.
Duele pensar que esos médicos no fueran capaces de detectar que su herida no estaba curada, y que su salto accidental, le haya llevado a descansar eternamente.
Duele, el recuerdo de ser el primer amor platónico, el primer amigo del pueblo, el pensar que hubiera pasado si la elección hubiera sido distinta.
Aunque por mis creencias asuma la muerte como parte de la vida, la pena que esta noticia me ha podido causar, es realmente fuerte.
Por él, por su familia, por la mía, y por tantas personas que tendrían que haber vivido más.