domingo, 10 de julio de 2011

XXXV: Niños

Los niños y los borrachos nunca mienten. O eso dice la costumbre popular.
Lo cierto es que no hay una verdad que duela más y sea menos oportuna, o más sincera que la de un pequeñajo. Y mira que los hay con mucha mala leche.
Pero también, cuando un niño da un abrazo, es uno de los regalos más bonitos que te pueden dar.
Yo estoy rodeada, ninguno mío, todos de mi sangre. Siete enanitos, todos tan lindos, todos tan bichos...Tiene sus ventajas por supuesto, yo disfruto de ellos, y cuando se ponen cansinos, se los llevan sus padres.

Pero también tengo cercanos niños de otras personas, y el último que conocí, me dejó impresionada, realmente.
Con unos ojos negros, redondos, y unos hoyuelos cerca de la comisura de la boca, y no más de 90 cm de altura, me pidió que le contara un cuento. Al principio, le costó acercarse a mi, pero tardó en perder la vergüenza, lo que en coger el chicle de mi mano.
Así que ya libre de prejuicios, sentado a mi lado, comencé a leerle Peter Pan. Yo no se si es cosa de la edad, o que no le prestaba demasiada atención cuando también era pequeña, que descubrí que el capital Garfio le temía al cocodrilo.... y que Wendy tenía dos hermanos españoles, y que Campanilla era bisexual...ah, no, espera... eso creo que lo he mezclado...
El caso es que cuando terminé de contárselo, me lo contó él (no sabía leer) con una interpretación digna de George Cloony por lo menos...Y después, sacó el cuento de la Bella Durmiente. Yo me estaba riendo ya con sus palabras entrecortadas y sus gesticulaciones, así que accedí a contarle el segundo.
Y entonces se le ocurrió la gran idea de jugar a huir de la bruja (su abuela) y a escondernos por el patio... hacía años, que no jugaba a algo así. Y es que mis sobrinos, son demasiado...de ciudad.
Pero lo que más gracia me hizo, es que yo me convertí en su "Pincesa" y él me tenía que salvar. Y me abrazaba y se agarraba a mi como si no costará. Y su madre, se puso celosa, porque los papeles cambiaron, y ella se quedó siendo sólo "mamá".

Y es que los niños, son demasiado inteligentes, intuitivos desde que aprenden a fijar la vista. El juego prosiguió de tal manera: él era atacado por la bruja, y se comió la manzana envenenada...eso le hizo caer en mis brazos, y yo tenía que despertarlo con un beso.
Un beso... y seguía dormido: ¡¡Oh!! ¡mi principito, que no logra despertar!
Segundo beso...y seguía dormido...¡Oh! que pena, el veneno era muy fuerte...
Tercer beso...ejem... ejem... Principito, despierta ya....

Acto seguido, su padre y su abuelo, espectadores envidiosos de la escena, muertos de risa, confirmando la genética del niño.
Y es que, desde enanos, son tan "hombres", que saben seducir a la primera y conseguir lo que quieren; Y ellas, como siempre, sintiendo celos de mí, por haber conseguido distraer al niño de su atención. Tan real, como de costumbre.

Desde luego, es una pena que con los años vayamos adquiriendo ese pudor que nos cohíbe tanto y de tantas cosas.