martes, 2 de agosto de 2011

XXXVII: Misión México. El Viaje.

Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti....¡Mentira!
Por más que rece la canción esa letrilla, os puedo prometer que me he acordado de Madrid sólo cuando tuve que rehacer la maleta. Bueno, y de vez en cuando me acordaba de los que se quedaron aquí...o ahí...y no vinieron conmigo.

Ha sido un viaje a pedir de boca. Creo, que pocas cosas más hubiera podido imaginar.
Llegamos el domingo, el vuelo, en hora, asientos, cómodos, y pese a que son 9 horas de trayecto, se me pasaron rápidamente. Me dio tiempo a leerme un libro y medio, una revista, ver una peli y dormir.

Nada más aterrizar, y tras superar el golpe de humedad, que realmente impacta, nos esperaba en el autobús Miguel Ángel, nuestro receptivo. Junto a él, Frank, su jefe. Nos dieron la bienvenida, y algunas instrucciones más, entre otras, nos habían concedido un upgrade (¡gracias Bea!) y nos alojaban en el Barceló Tropical.
Una pasada. Que hotel más bonito, que cuidado, que piscinas más chulas... y sobretodo, que playa. Ay, el mar, yo debo tener alma de marinera, o mi sino es vivir ahí. Cómo me gusta perder la mirada entre las aguas turquesas, y oler a sal y arena, mientras mis pies pasean rozándola suavemente.
Una vez instaladas, había que inaugurar las vacaciones, así que huyendo de los tópicos de los Todo Incluido, cerveza al canto, con lima, por supuesto. Creo que nunca había bebido tanta cerveza, pero es que esa, no sabía igual.
Conseguimos aguantar lo justo, para soportar el jet lag del viaje, así que el martes, con mucho ánimo nos levantamos. 6.30 de la mañana. ¿Cómo? ¡Joaquinaaaaa!, ¡que estamos de vacaciones! no había otra. Así que aproveché mientras abrían los buffets, para escribir un poquito.
Luego, playa, cerveza, tapita, y reunión con Miguel Ángel. Para nuestra grata sorpresa, nos regalaron dos excursiones. Debió ser que le caímos excesivamente bien, cosa de la que estoy tremendamente agradecida. Así que elegimos Chichen Itza, Cobá y Tankha y compramos la de la disco de Cocobongo.

De Chichen, que ya lo conocía, me quedé con más explicaciones ya que el guía era muy bueno. Incluso nos enseñó a contar con los símbolos mayas. Calor, sí, pero mereció la pena.

De Cobá y Tankha, me quedo con la experiencia de subir una pirámide desde donde se divisa gran parte de la selva, un cenote y otras ruinas mayas. Me quedo con la sensación del aire en mi cara, manejando la bicicleta, con el agua fresca  y transparente del cenote, y con la rica comida típica del lugar.

De Cocobongo, para el que no lo sepa, es una discoteca-Show, donde actúan haciendo performance de artistas como Elvis, Madonna, The Kiss...entre otros. Fue muy divertida la noche, tenía a un mexicanito que nos servía las bebidas, echaban globos de colores, serpentinas, cañones de papelillos, y la gente gritaba, bailaba, enseñaba el culo...ejem...bueno, eso las guiris putillas que estaban desbocadas...en realidad, parecía un poco Sodoma y Gomorra...pero igualmente, divertidísimo.

Otro día decidimos ir a Tulum, con el colectivo, que viene siendo una Van, donde por 3$ te recogen en la autovía (sí, las autovías se pueden cruzar andando, puedes pararte, e incluso cambiar de dirección en mitad del carril)y te dejan en los sitios más típicos. La rubia siempre paga, como diría Ana...La entrada a Tulum cuesta 51 Ps, es decir, 5$. Eso sí, hay otras formas que incluyen guías, trenecito e incluso una visita desde un catamarán. Pero elegimos la forma a nuestra bola. Es uno de los sitios con más encanto, una fortaleza a pie de mar, frente a uno de los arrecifes más grandes del mundo. Cerca, hay otras dos playas públicas: Santa Fe, que está vacía y Paraíso, que está categorizada como una de las mejores playas del mundo, pero llena de turistas. En el camino hasta las playas, puedes ver una increíble cantidad de iguanas, cangrejos enormes y mosquitos chupasangre. Hay que echarse antibichos.

También nos dio por visitar Playa del Carmen, una noche, después de cenar en el japonés del hotel. Además, habíamos quedado con una familia con los que estuvimos hablando en la playa, muy simpáticos, de Huelva. Estuvimos en una discoteca al aire libre, en la única donde nos dejaban pasar con el chico que era menor. Y realmente lo pasamos bien hasta que empezó a diluviar y cayó un tremendo rayo en mitad de la pista. Aún así, esa noche me encantó la tormenta, me sentía tan protegida, que incluso volviendo al hotel, hubo un momento de acojone múltiple, creo que me hubiera dado igual cualquier cosa que hubiera pasado.

No he parado, he de decirlo. Ni siquiera los ratos del hotel, ya que participaba también en las clases de aquagym, en las de baile...Conocimos a gente muy interesante de otros países,incluso descubrimos que hay gente tremendamente guapa oriundos de Mérida; otros, muy cansinos, bailé bajo la lluvia, comí de todo y hasta marisco...(bueno, algo), bebí cosas nuevas, me reí cada mañana al despertar  diciendo tonterías de las que salen estando de vacaciones, contemplé un amanecer de lo más bonito, dormí 15 minutos en 24 horas,hablé en spanglish, me mecí en hamacas, no me quemé, no me picó ningún bicho...y hasta me terminó abanicando un negro...así, queda un poco racista, pero, os cuento la última anécdota:
Derrick y André, californianos, intentando hacer amistad con nosotras. Derrick, un armario empotrado color wengué. Sentado a mi lado, contándome cosas en un castellano bastante divertido. Parecía que estábamos jugando al Party, con tanta mímica. En esto, que empiezo a abanicarme, por el calor. Y el muchacho, muy cortés, me dice que no me preocupe, que el me abanica. ¡Ana! ¡Ana!; cruce de miradas, y las dos empezamos a reírnos malvadamente, dada la situación. Claro, ellos no entendían nada, pero sonrieron para la foto. El día que se enteren de la expresión: Sólo falta un negro abanicándome, se acordarán de mi y de mi familia, probablemente.

Realmente, lo que todo empezó con un poco de nervios, como os conté en el anterior post, terminó siendo una grata experiencia, y de nuevo, una cantidad infinita de recuerdos y buenas sensaciones grabadas en mi memoria.

Madrid, Madrid, Madrid, en México no se piensa nada en ti.