lunes, 12 de septiembre de 2011

XLI: Elegir

Hoy ha sido un día raro. Bueno, no raro del todo, de cosas extrañas ni nada de eso, pero si transitorio. Al menos para mi situación actual.
Ayer amanecí en Tarifa, con alguien excepcional a mi lado, y con muchos sueños juntos. Hoy en Madrid, sola, y con muchas cosas por hacer a lo largo del día.
A parte de la gran diferencia de estar o no estar con él, el día en sí era raro. No se bien por qué, pero lo presentía.

A lo largo de la jornada tenía que elegir una opción, óptima para ambos. Nada trascendental, no creáis. Decidir, dentro de un destino, un hotel. Me podríais decir, que sí, venga ya, que elegir vacaciones es "complicado", y sobre todo en mi situación. 
La cuestión es, que el tema elegir, me ha dado tema para pensar mucho. 
Resulta que, se supone que estamos acostumbrados a elegir. O deberíamos. Aunque no por ello es fácil hacerlo. De hecho, casi nunca es fácil. Y nuestra reacción es siempre la misma: ¿y si me equivoco?

Cuando nacemos, hay muchas cosas que se nos dan impuestas: empezamos por el nombre, por la religión, por la educación, por la forma de vestir, por la forma o los elementos para jugar. Y aunque, impuestos o no, seguimos un patrón más o menos acorde con lo que nuestros padres han elegido para nosotros, llega cierta edad en la que delegan en ti. Y esas elecciones, siempre tienen la misma presión o carga encima. Quién te da la potestad, también te vigila. 

El caso, es que siempre me ha resultado más sencillo acatar situaciones o acciones "dadas" que elegirlas. Y hasta el momento, me ha ido bien. Pero es que ni siquiera me planteo el hacer otra cosa distinta. No tengo necesidad. Me gusta la educación que he recibido, me gustan los amigos que poco a poco me he ido encontrando, me gusta haber cambiado de vida, casi por sorpresa, y sin pensar si arriesgaba o no. 

Pero sinceramente, lo que más me gusta, es que todo me pase sin pensarlo, sin tener que elegir, así, de golpe, que el destino me lo de hecho, como si hubiera elegido los elementos que yo necesitaba para sentirme a gusto y me los plantase con la única condición de que no los abandonase.

Porque ni siquiera a él lo he elegido: no había más alternativas, simplemente estaba él. En este caso, el Universo, ese del que otras veces he hablado, también me lo ha dado. Sabía que existía, y sin duda, lo he esperado con tantas ganas, que no hay nada más que escoger.  No hay opción a plantearme si me equivoco o no. Era él. Es él. Será él.