sábado, 2 de abril de 2011

XXIII: Fresas con nata

La inspiración viene en cualquier momento. Fluye, emana de la nada, y crea el todo. Aparece cuando el animo, el bueno, brilla por su ausencia. Pero no siempre pasa lo mismo. No todo son penas en ese estado.
Mi inspiración ha venido en un bol de fresas, con nata, por supuesto. Y es que hoy, tal día como hoy, hace un mes, comenzaba una etapa de crisis. Crisis, como cambio, no de esa manera peyorativa que tan quemada está últimamente.

Mis cambios, muchos.Pero, hoy, con cada bocado a una fresa, y como siempre con mi música de fondo, me dejo llevar por el buen gusto de las circunstancias que he pasado.
Cosas, causas, cuanto menos inesperadas. Aún así, me doy cuenta de mi capacidad de superación y asimilación.
Dejar una relación, siempre tiene su doble sentido. Uno, para el que es dejado, y otro, para el que deja. En mi caso, el segundo, siempre te quedas con una idea superflua y materialista de que el que es dejado se va a arrastrar y decirte que no te puede olvidar y que vuelvas con él.
Como esto no es así, automáticamente, el corazón unido a un instinto de supervivencia natural, busca otros medios de soporte y consuelo.

Y ahí es donde empieza el juego. Amigos, fiestas, cosas que hacer, cosas que comprar y que organizar en una nueva vivienda. Viajes, eventos varios... y más gente nueva. Espectáculos, presentaciones, cafés y chats.
Rápidamente, el consuelo hace su efecto, y el corazón vuelve a crear su coraza, una capita más de pintura, un aislante más bueno.

De pronto hallamos nuevos besos y abrazos, que cumplen su función en un momento dado. De nuevo esa sensación de, que bien sienta tu calor, que bien sienta apoyar mi cabeza en tu hombro.

Pero no nos engañemos, cada uno cumple un papel en un momento dado en la vida de otra persona. Al final de la nuestra, hemos sido actores de una gran obra, o de muchas. Algunos, sobreactúan para que no le influya su mismo papel, y así consiguen aparentar que no sufren. Otros, simplemente, nos dejamos llevar por la espontaneidad, aunque parezca lo contrario.

En una misma semana, tres personas distintas me han dicho que nunca han hecho nada a disgusto conmigo, que soy una persona difícil de olvidar, y que tras mi sonrisa de niña buena, escondo una mirada malvada.
Pero yo sigo siendo la misma, ¿no? o si influyo de manera tan distinta en cada una de las personas que me rodean, habrá un momento, en el que no sepa que papel toque hacer, me equivoque de guión, y meta la pata. Es por ello, que (a una cuarta persona, le digo) analizo todo, cuanto pasa, y cuanto pueda pasar, pues, de lo único que estoy segura, es que se puede ser espontáneo y a la par, adelantarse un poco a los sucesos, para que nadie del grupo sea dañado.

Me encantan las fresas con nata. Realmente, te lo estoy diciendo con mi mirada maligna, y mi sonrisa complaciente.