sábado, 13 de marzo de 2010

V: Machaquita

Era la mitad de una entera, una rubia, otra morena. LLegaron al mundo pero su destino estaba muy marcado, y sólo ella consiguió sobrevivir. La "Rubica" logró pasar las calamidades, pese a ser la más desfavorecida, ya sabeis, siempre hay alguien que se lleva la mejor parte.

La infancia, dura, como todos en esa época, pero feliz por la multitud de amor que recibía por todas partes. Aunque la guerra marcó su juventud, nunca perdió la jovialidad y la inquietud de descubrir, de aprender, y de ayudar a quién se lo pidiera.

Era un bicho, y hoy en día pese a sus 88 años, lo sigue siendo. Bromeaba con todo el mundo, le daba igual si era el alcalde o el médico del pueblo; el caso es que siempre se hacía notar y conseguía sacar una sonrisa de los labios del más serio del mundo.

El amor le acompañó durante mucho tiempo, pese a ser la más pequeñita de todas, como siempre ha dicho, entre las guapas se paseaba. La cuestión fue que consiguío al más guapo forastero que rondaba aquellos lares. 7 años de novios, mucha espera pues la misión había que cumplir, y una vez casada, tampoco fue un buen inicio pues tendría que hacerse cargo de otra persona más.
Pero todo lo llevó adelante, con la cabeza bien alta. Tres niños, tres, entre ellos, la que me dió la vida. Y a la edad de dos años de la pequeña, de nuevo el sufrimiento de la lejanía. Él, Diego, marcharía muy lejos, en busca de la prosperidad, así que con más trabajo aún, y una rectitud en la educación, consiguió sacar todo adelante.

Cuando yo vine al mundo, mi abuelo había muerto meses antes, dejando un recuerdo confuso en la familia. Fue un gran hombre, aunque quizás le sobró hombría.
Así que yo me planté en su vida. Mis recuerdos con ella, infinitos. Dicen que desde que me quedé en su casa con un año y poco, marqué el inicio de una gran relación.

Todos los pensamientos que se me vienen a la memoria, en el pueblo, durmiendo con ella, con las vecinas, las croquetas, las tortas de masa de aceite, las historias que tantas veces nos contaba del cortijo, los cuentos, su petición de los seis millones, tienen que ver también con la imagen de una pequeña gran mujer, con mucho carácter, exigente, pero altamente sociable, cariñosa y muy buena. Religiosa a más no poder, tanto, que ahora el ver que no recuerda como se reza un rosario, me duele mucho.

Los años no pasan en balde, y aunque físicamente firmaba por llegar a estar como ella, su memoría se va diluyendo con el tiempo, frente a los ojos de los que viven con ella.
Siempre he pensado que las personas buenas tienen un reconocimiento cuando abandonan el mundo. Yo no quiero que lo abandone, pero si quiero dejar escrito antes de que esto llegue a ocurrir lo mucho que ha significado para mí, mis hermanos y mucha gente que la conoce, y lo mucho que la queremos. Porque "la Antonias" como le decimos siempre bromeando, ha sido nuestra segunda madre y porque no habrá un día que no me acuerde de ella.