viernes, 27 de mayo de 2011

XXIX: El día que me emborraché con Manu Tenorio

Ay, que penita da volver a la rutina, dejar de tomar el solecillo y tomar el calorazo de las calles madrileñas.
Y sí, ya se que me echábais de menos y que estáis ansiosos de saber a que se debe ese título. 
Lo primero que he de decir, que ese estado de embriaguez fue de manera unilateral (y no por mi parte). Lo segundo, que fue verídico. 

Y es que cuando Perri, Mordisquitos y la menda, que más adelante os diré cuál fue mi mote, nos plantamos en la misma fila del aeropuerto para embarcar en el avión y dirigirnos al mismo crucero, no imaginábamos lo que acontecería días siguientes.
Porque entre visita y visita a distintos puertos, mojitos y vórtices demoníacos, bailes pegadizos y muchas risas y fotos tontas, también había momentos filosóficos, cariños y descansos mentales. 

El caso es que en una de esas tardes, volviendo de Santorini, decidimos que era el día ideal para tomar el sol en la piscina. Bueno, el sol, y una cantidad de daiquiris de los que pasan factura. Hasta tal punto, que Mordisquitos abrió su normalmente cerrada boca, para llamar la atención de Manu, este gran artísta producto de OT en su primera edición.
Total, que nos reímos. Y mucho. Pero más me reí cuando Mordisquitos apareció en la disco a las 3 de la mañana, preguntando que quién lo había llevado a su cabina. 
Al día siguiente, las bromas fueron a más, pues dimensionamos lo que había ocurrido, y lo transformamos entre el equipo de grabación y yo. Así que el pobre Mordis se quedó descolocado.
Pero, como recompensa, nos invitaron a compartir un rato de charla en su cabaña secreta.
Y el rato, también se amplió hasta que cerramos la discoteca y nos despedimos del crucero.


Había sido la última noche de una semana espectacular, de unas sensaciones muy buenas, de unas emociones compartidas, acogidas y trasladadas de unos a otros. Habíamos reido con gente que conocimos allí mismo, con un hada disfrazada de bruja, y un halcón disfrazado de vampiro. Habíamos vivido algo no común para nosotros, donde esa ficción que a veces vivimos de lejos, en un televisor, en un escenario, o en una radio, se había colado en nuestras vidas por una noche. 

Así que cierre de oro para unas vacaciones de platino, con unos diamantes como amigos.
Y por cierto, yo era un mapache...

domingo, 15 de mayo de 2011

XXVIII: Premonición

¿Sabes, esos días que te despiertas, y no dejas de hablar internamente contigo mism@? ¿Cuando tienes una sensación de que algo va a pasar, y estás alerta de todo lo que te rodea?
Creo que se llama premonición. Cuando te adelantas a los hechos. Y la confirmación de una premonición te puede venir en el momento más absurdo. Como estar planchando, y de repente abrirse tu mente, y decir, de acuerdo, se acabó. No tengo ganas de que me sigas tomando el pelo. De que te sigas riendo de mi. De perder mi tiempo, y hacérselo perder a los que me quieren.


Porque de pronto, todas la voces que alguna vez han aconsejado, y que por un oído me entraban y por el otro me salían, se han unido cual coral flamenca, con panderetas y castañuelas incluidas, y con un chasquido, han conseguido transmitirme esa necesidad que tenía, de mi propia alma decir, ahora sí.


Porque mientras siga detrás tuya, no podré ser feliz, ni hacer feliz a nadie. Porque no te das cuenta de lo que tenías, y como con muchas cosas, en el momento en el que las pierdes, lloras. 
Pero ahora amigo, ya no necesitas inventar más escusas. Porque no te voy a pedir nada más. Porque si actuaras como dices que sientes, las cosas serían distintas para los dos. El movimiento se demuestra andando.


Y sí, me acabo de liberar. Mañana emprendo un viaje. Uno de esos que a mi me gustan, donde dejo caer mis malos pensamientos al mar, y se funden con la estela que va dejando el barco. Donde los atardeceres se viven intensamente, y el cariño de los amigos resurge con más ímpetu. Donde los recuerdos aparecen como fotografías anaranjadas, de esas que guardábamos en una bolsa de kodak de las primeras que eran de plástico. Donde te das cuenta de que las ayudas no se pagan, no se cobran, si no, dejan de ser ayudas para ser un simple producto que se vende. Salen del corazón y no tienen ningún doble sentido.
Donde finalmente te das cuenta, de que aquello que no te aporta nada, te hace tropezar, y es mejor apartarlo.


sábado, 7 de mayo de 2011

XXVII: Bilbao

Que mi disponibilidad para viajar es amplia, es cierto. Que me gusta más que a un tonto un lápiz, más cierto aún. Que si encima me pagan, mejor. Y que me guste lo que hago, pues ya es la caña.

Así que, Candelilla, tirando para Bilbao el viernes.

Lo cierto es que ya se que una ciudad no se conoce en un día, pero como siempre digo, con una visita es suficiente para saber si quieres, o no quieres volver. Y yo quiero volver.
Porque la ciudad, me parece muy bonita; moderna, pero clásica; tranquila, pero animada. Con vida, pero buena. Cercana, pero con respeto.

Mi compi me prometió que no pasaban cosas raras; el hecho es que siempre alguna, ocurre. Confundir a Laura Sanchez con un travelo de piernas larguísimas, no tiene precio.
Carearnos con un señor todo "sepsi" con la camiseta por el ombligo, y la panza colgandera, da risa.
Llevar un coche XXL, y que nos quiten tres pedazos de huecos seguidos, ya es mala suerte. Pero es que el tamaño, si que importa.
Probar un cocktail de Martini con Angostura, apto para tipos duros, no hacer ni un guiño, y que encima a mi no me afecte, me ha autorizado para volver de visita.
Terminar comiendo una pizza con las pintillas de pijos en la zona más "perroflauta", te hace ganar puntos fijo. Y si la unica cerveza que bebes, la Desperados, la encuentras en el último bar de la noche, aún mejor.

Y como la compañía también influye, he de decir que le sumó más interés a la visita.

Así que, muchas gracias por todo Sergio, volveré para hacerte la prueba de la playa!!