Resulta que hemos pasado un invierno demasiado mojado para mi gusto. Y resulta que llevaba seis meses sin vacaciones salvo los días de fiesta. Y resulta que tenía a tres buenos amigos dispuestos a acompañarme y disfrutar de una semana de crucero por México. Y también se da el caso, de que en el barco se encontraban personas que me apetecía ver.
Así que reuniendo todos estos resultas, Hanna, Lu, MiPseudoesposo, La Chacha Anita y las "señoras que acompañan a jóvenes en los cruceros", decidimos hacer las maletas y presentarnos en Cozumel un buen día de abril.
Es cuando pasas diez horas en un avión, que te das cuenta de lo lejos que está el país de destino. Pero, cada uno con su caso particular, el hecho es que hicimos lo posible por aliviar ese rato de avión. Y una vez embarcados, recorrer pasillos saludando a gente de otras veces como locos, en busca de... TI!!! perdón, no de ti, pronombre, sino de T.I, todo incluido, vaya.
Así que descubrimos lo que nos iba a enganchar gastronómicamente toda la semana: NACHOS CON GUACAMOLE!!!
A decir verdad, deseaba ese crucero por las siguientes razones: a) descansar; b) tomar el Sol; c) pasar de la gente que me come la cabeza en Madrid; d) bailar el Meme una vez al día; e) disfrutar con mis amigos; f) Ver a Bala.
Y lo conseguí. Todo excepto lo de descansar. A decir verdad, creo que para hacerlo tendría que tirarme una semana aislada metida en cama, debido a mi hiperactividad.
Me encantó Jamaica, con el agua de coco y la Señora bebiéndola y haciéndose amiga del rasta. Disfruté tumbada en la arena blanca de Cayman, inclusive, intentando hacer snorkel(me quedé en el paso de: ponte las gafas y muerde esto, y ahora mete la cabeza: puassssssjjjsjsjs!he tragado agua!!). Pasé calor como todo el mundo en Chichen Itza, muerta de sueño después de una noche de cabin party, un tanto peculiar. Sigo soñando con el bonito paisaje de Tulum, y me he aficionado a los Tequilas Sunrise que probé en Costa Maya.
Me he vuelto a juntar con más de mil fotos, participé en un taller de hipnosis y disfruté viendo como Jorge Astyaro dormía a mi pseudoesposo ante los ojos de más de 500 personas ( y como éste no terminó de despertar hasta que nos levantamos al día siguiente). Bailé, creo que todo lo bailable, pero sin duda hubo algo especial.
Después del ensayo "particular" que hicimos Hanna, Lu, Bala y yo, como escrito por un guión y sin haberlo preparado nunca, comenzó a sonar un tango. Reconozco que sólo se dos figuras de este fantástico baile, pero me dejé llevar, y como en una peli, mis amigos miraban mientras la música sonaba. Y ahí fue dónde volví a encontrar un corazón tan bueno con el de mi amigo. Porque, no es necesario verse siempre, ni llamarse todos los días, ni siquiera vivir en el mismo país para sentir que tienes a alguien que te apoya incondicionalmente, y que pese a lo que sienta, te dice claramente que quiere tu felicidad. Así que, fue el último tango en Caribe, el que me hizo apreciar cuanto vale una amistad de verdad.
Y de nuevo, gracias a mis hermanos adoptivos, por ser tan buenos conmigo, gracias a las "señoras q.a.j.c" por hacernos llorar de la risa durante las cenas, gracias a mis crew-chicos por ser tan divertidos, gracias a mi pseudoesposo por confiar en mi y hacerme pasar tan buenos ratos, y gracias a Bala, por demostrarnos que el amor, en el amplio término de la palabra, es lo que mueve al mundo.
Viva México!!!