lunes, 3 de diciembre de 2012

Navidad, dulce Navidad

Hace bastante tiempo que dejó de gustarme la Navidad. Más que nada en el sentido mundado y social que la define como fechas de consumismo, celebraciones inútiles y falsas, luces de colores y kilos de más.
En concreto, dejó de gustarme cuando empecé a vivir lejos de mi familia, que a su vez comenzó a desgajarse en varias familias más.
Aunque, por mi moral católica es una fecha bonita, sólo cuando internamente me siento en paz conmigo misma, me lleno de energía rememorando el nacimiento de Cristo.

Por lo demás, no me gusta. Tener que viajar en tan poco tiempo tantas veces, tener que elegir entre mi familia o mi pareja. Tener que adornar una casa que no visita nadie. Sobre todo, consumir a lo bestia todo tipo de productos, cuando otros se contentarían sólo con el envoltorio.

No es que sea desagradecida. El hecho de juntarme con todos mis hermanos ya es una celebración en sí mismo. Recibir uno, dos o tres regalos recordando mi niñez es bastante agradable. Ver las caras de mis pequeños sobrinos alucinando con tantas luces y tantos paquetes es ilusionante. Y ver la cara de mis padres mirándonos con la misma ilusión de hace 30 años, es emocionante.
Quizás por los niños se mantienen estas tradiciones. O quizás por los padres.

El caso es que necesito volver a transmitir el sentido de la Navidad como a mi me lo enseñaron. Lo malo es que aún no tengo a quién.  Y aún así, aunque lo tuviera, la sociedad se vicia tan rápido que la celebración del Amor, pasa a ser la celebración de dinero. Y cuanto más gastes, más infeliz eres. Pero entre tanto polvorón, anisete y gin tonic en copa de balón, consigues olvidarlo. Y sólo lo recuerdas cuando empiezas el nuevo año y te pasan la tarjeta. Así que comienzas Enero jodido. Y lo arrastras muchos meses. Y de nuevo, llegan los escaparates con luces, las plantas rojas esas que duran dos semanas y la sidra El Gaitero. Y un año más, todo se repite. Y un año más no te ha tocado la lotería, pero tienes salud, que es el consuelo de los pobres. Y un año más, añoras a los que ya no están a tu lado. Porque de nuevo, has olvidado el verdadero sentido de la Navidad.

Lo bueno de que se termine la Navidad, es que entonces puedes demostrar sin complejos que es lo que realmente has celebrado. Si empiezas el año feliz, enhorabuena por mi parte.

Pese a todo, ¡Feliz Navidad!

jueves, 8 de noviembre de 2012

El Mercado del Carmen

¿Sabéis lo que se siente al poder comer un buen atún fresco, una presa ibérica o unos huevos sin marcas en el cascarón?
Cuando vivía en Madrid, o bien por tiempo, o por cercanía, hacía la compra como cualquiera, cada 15 días, en grandes superficies y todo plastificado.
Comer suponía sobrevivir, y no disfrutar, pues sólo cocinaba para mi.

Pero el día que me vine a Huelva, a vivir delante del mercado, cambió todo. He de reconocer que al principio me daba algo parecido a la vergüenza, pues no sabía dónde comprar, a quién y por qué, ni cuanto era la equivalencia de 4 naranjas en kilos.

Pero, o bien por simpatía, o porque el producto estuviera buenísimo, poco a poco he ido acomodándome a mis fruteros, a mi carnicera, mi panadera, la que me vende las coquinas y el que me envuelve el pescado.
Y he de decir, que comienzo a sentirme a gusto, que charlo con ellos y me dejo aconsejar (culinariamente) sin rechistar.
Además, como en todo mercado, hay dos personas que achuchan los puestos, que hacen reír a las paisanas, y que, sin ánimo de ofender, son los mariquitas del mercado, y lo saben.
Y los admiro, en el sentido de que no tienen vergüenza de decir lo que pensamos todos, pero no decimos; y de que hagan sonreír a tanta gente con su forma de ser, sus "pintas", sus bolsos de flores y anillos en las manos.

Bajar al mercado es toda una experiencia, ayudas a familias normales con su día a día, conoces a la gente y desde luego, tu salud mejora. Aunque os cuente esto comiendome unas patatillas fritas del puesto de los churros...ejem...


viernes, 26 de octubre de 2012

Proyectos, ideas, clases...

Hace mucho tiempo que no paso por aquí a escribir, por varias razones: estoy manteniendo la web www.candelillawax.es y también tengo menos tiempo. Pero hay otras razones extrínsecas a mi, por las que me he "alejado" un poco más de la escritura por este medio. Ya sabéis, gente envidiosa y cotillas por doquier.

Pero me quiero centrar en el tiempo. Cuando el verano se acabó para casi todo el mundo, a primeros de septiembre, para mí lo empezó a hacer de manera imprevista. Me fui de viaje a mi tierra, y cuando regresé a casa, todo, y cuando digo todo es todo, había cambiado. Y para bien. Para muy bien.

Me volví a encontrar en mi esencia, tal y como soy yo. No se si las palabras de unos amigos sirvieron, o fue un cúmulo de circunstancias, el caso es que el tren volvió a sus vías.
Y de pronto, de la noche a la mañana, me encontré con mil cosas por hacer. Cursos, escuelas, gente por conocer, actividades, días más cortos, y el apoyo de mi pareja, por supuesto. Y aquellos días que me parecían interminables, que ansiaba no estar sola, y que no tenía nada que hacer, han tornado, y ahora me faltan horas para hacer todo lo que tengo entre manos.

Lo más importante del cambio, ha sido la idea de la puesta en marcha de un proyecto. No os puedo contar de lo que va, hasta que no sea "legalmente" mío. Pero todo proyecto nace de una necesidad, y ahí estaré yo para cubrirla.
El caso es que no sólo tengo apoyo interno, que es muy importante. Si no que mis tutores están convencidos de que es una muy buena idea. Así que, como si fuera una bolita de plastilina, estoy dándole forma para que quede perfecta, y cada vez, es más grande, y más bonita. Y de nuevo, mi seguridad vuelve a crecer.
Porque cuando nos alejamos de lo nuestro, de lo que creamos un día, el ánimo disminuye, la seguridad, merma, y somos tan vulnerables, que llevamos a los extremos cualquier situación. Y aunque seamos conscientes de que esto pasa, tenemos que ser también conscientes de que solos no podemos superarlo.
Yo  me encontré con un cambio muy importante para mí. Y he sabido adaptarme. No sobreviven los más grandes, ni los más fuertes, sino los que mejor se adaptan a la crisis. Que no se os olvide nunca.




miércoles, 12 de septiembre de 2012

LX: Trabajo, por dignidad

                  Hace un tiempo que queria escribir, y hace mucho más que quería hacerlo sobre este tema, pero desde que tengo todo el tiempo del mundo, no tengo inspiración para sentarme delante del ordenador y redactar algo coherente.
Tengo todo el tiempo del mundo porque desde diciembre estoy en el paro, como una gran parte de esta sociedad española. Y aunqueo mi caso fuera un caso distinto, (digamos que era lo más conveniente para  mi relación personal)no hay día que no me acuerde del puesto que tenía, de mis compañeros, de mis clientes  y de mi vida en Madrid.

Porque, si bien no es por el tema económico, en mi caso tengo respaldo por suerte, es por una cuestión de dignidad. Trabajar no solo te desarrolla personalmente, evolucionas, aprendes y te hace sentir útil, sino que trabajando te desenvuelves  socialmente, te involucras en el círculo que  te rodea, te abre la mente y tus metas se vuelven tangibles.

Hay miles de tipos de trabajos, y todos, salvo el de matar a sueldo( y el de político me lo estoy planteando) son dignos, tengan o no más valor, se pida o no más capacitación, pero, desde el que te limpia la fosa séptica, hasta el cirujano más noble, están metidos en la sociedad, están dignificados.

Admiro, y lo podría decir en mayúsculas a todas esas madres, amas de casa, que han dado su vida por el confort de su familia. Ahora que es mi función en mi hogar, me doy cuenta cada día de lo poco motivador que es levantarte temprano para tender la ropa, pasar la fregona o limpiar los cristales. Y sin embargo, pocos de nosotros ha oído a su madre decir que no le apetece ir a trabajar.  Porque, podremos tener un entorno laboral no favorable, o quizás no es tu vocación ser administrativo en una gestoría, pero al fin y al cabo es trabajo. 

Hace unos días, escribía una amiga que ella (licenciada en ADE) a estas alturas, se consideraba "becaria profesional". Porque a su edad, el mayor rango que ha tenido es ser becaria. Y juntas, hablábamos de lo que nos entendíamos mutuamente. No necesariamente por recibir un salario te sientes satisfecha/o, si cuando vuelves a casa (en su caso) o termina el día (en el mío) la acción de más valor que has desarrollado es cederle el paso a un señor en la acera. Si no has hecho nada,en todo el día.  No por el hecho de cobrar, te sientes feliz. Al menos, cobrar el salario medio de un españolito (quizás si ingresáramos lo justo para irnos de viaje día si, día también, la percepción cambiaba).
Lo que realmente necesitas es sentirte valorado, sentirte útil. Y por supuesto, cuando existe un feedback positivo entre tu trabajo y tu jefe, cliente, paciente, acreedor o Periquillo el de los Palotes, la satisfacción es inmensa. Necesitamos, y ya lo decía Maslow, sentirnos completos, ir escalando peldaños para ser felices. Y el trabajo, la realización de actividades en grupo nos ayudan a ello.

Actualmente, 5 millones de parados en España, no puede significar otra cosa que no sea fracaso. Porque, pese a que esta situación nos persigue desde hace 4 años casi, siempre ha habido un indice bastante alto de gente desempleada, de "trastos" para la sociedad, que cobraban una pensión, un subsidio, o una "paguita" sin aportar nada al Estado (al menos, lícitamente). Ahora, cuando nos afecta a tantos, y en su mayoría jóvenes, nuevas familias, es cuando el ánimo empieza a caer, el optimismo se va por el retrete, y las ganas de luchar y superación se tiran por la ventana. Ahora, cuando veo a gente menor que yo, que con suerte, empezarán a cotizar a los 30, es cuando me doy cuenta de lo que hay detrás de un puesto de trabajo. La dignidad personal, la dignidad de un país. 

Así que, si algún día, espero pronto, vuelvo a tener uno, prometo no quejarme, porque quiera o no, siempre habrá alguien que esté desesperado por subir un escalón de su pirámide.




domingo, 24 de junio de 2012

XLIX: Verdades, feos y Ribéry

Las noticias hoy tenían un titular gratuito:

Elena Valenciano, (alias, la feminista del Psoe) tuiteaba lo siguiente: "habíais visto alguien más feo que Ribéry?". Acto seguido, todas las redes sociales se indignaban por el comentario.

Y yo me indigno, ante la cantidad de hipócritas que hay (y no la defiendo). Pues sí, es feo, y es la realidad. Lo que pasa, es que es un feo especial, ¿no?. Claro, porque el pobre tuvo la desgracia de tener un accidente y quedarse así. Porque "el pobre" es un futbolista de élite, y gana lo suficiente como para ponerle alfombras rojas a sus pies, y por eso, no se le puede decir feo.
Sin embargo, el resto de personas que también han sufrido desgracias, o simplemente no son como nosotros, si se pueden insultar, uno se puede mofar de ellos hasta saciarse, porque total, no tienen dónde caerse muertos, nadie los conoce.

Desde que vamos al cole, y empezando por los niños, somos crueles, y estamos rodeados de personas como nosotros. En todas las clases, hemos tenido compañeros con apelativos como los siguientes: Tomás el Gordo, Óscar el Mariquita, Jorge el Pepino, Paco el Gafotas, Gaspar el Cabezón.... Defectos que los hacían distinguirse del resto del pópulo, guapo y fuerte. O simplemente, que niños desgraciados con una personalidad intolerante y que no tenían otro entretenimiento se dedicaban a humillar a quién no era de su gusto.

Esa crueldad no se abandona en la niñez. Sigue y crece, y a veces, con suerte, se acompaña de una mayor discreción aunque no de un pensamiento más puro y sincero. Y si no, ¿cuantos de vosotros no habéis dicho o escuchado decir de una chica, que "esa ni con un palo la tocabais o, ni borrachos", y cuantas de vosotras no habéis despreciado a un tío por ser enclenque, calvo, o simplemente tímido?

Lo que pasa, es que sólo nos duelen algunas críticas siempre y cuando se refieran a personajes públicos y adinerados, y otras, las obviamos o simplemente cerramos los ojos, y hacemos como que no van con nosotros. Por suerte o por desgracia, somos diferentes, y las únicas igualdades que poseemos, son los defectos genéticos con los que el ser humano nace: la envidia, la avaricia, la soberbia, la ira, la gula, pereza y por supuesto, lujuria.

Nos encanta criticar cuando alguien lo hace mal según nosotros, claro, porque las verdades siempre duelen. Nos creemos jueces y señores de las vidas de los que nos rodean, porque somos los mejores en nuestra casa, porque nuestra abuela siempre nos dijo que eramos los niños más guapos y listos de la tierra, y nosotros, nos lo creeremos hasta que muramos.
Podemos hacer el vacío a quién pensó distinto a nosotros, porque, por supuesto, nos indignó y no se merece nuestra loable presencia

Si cada persona dedicara su tiempo de crítica y de pensamiento negativo hacia los demás a hacer algo con una pizca de amor y sentido común, ésto, marcharía mucho mejor. Porque, al fin y al cabo, dentro de unos años, tú serás más calvo, tú más gordo/a, tú, más viejo/a, tú, más feo/a que ahora, pero lo bueno que hagas con tu vida, se verá reflejado en la parte más sincera de nuestro cuerpo, tus ojos, tu mirada.

"El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra" 
 (Jn 8,111)



viernes, 1 de junio de 2012

XLVIII: Rodando

Yo soy de las que creo que la inspiración viene cuando una tiene los ojos abiertos. Hay veces, que situaciones o sentimientos muy muy intensos, nublan esa inspiración. Estoy segura que cualquier pintor, diseñador, o creativo en general apoya mi creencia.
En mi caso, me nubla el amor.
Desde mi anterior post, han pasado y he vivido muchas cosas.  Hay días que estoy por las nubes, como la prima de riesgo, y hay otras veces que estoy por los suelos, como el salario de los españoles. Pero también hay días que algo en mi me empuja a hacer nuevas cosas.

Me regalaron unos patines para Reyes, con una clara función, que moldearan mi figura; estaban guardados en la terraza. Se ve que el profesor sintió cargo de conciencia, cuando le dije que estoy muy contenta con mi cuerpo, y no lo quiero cambiar. Y las clases cesaron.
Pues hoy he sentido que tenía que cogerlos, que tenía que ponérmelos y aprender sola. A la mierda lo del ejercicio, me gusta mi culo. Es más bien cuestión de orgullo. Yo puedo, y lo haré. No digo que vaya a ser a mi edad patinadora profesional, pero me conformo que en una tarde haya conseguido ponerme de pie sin agarrarme, y moverme por todo el piso sin caerme ni una sola vez.
He de decir, que estas cosas es más fácil hacerlas cuando tienes 6 años, y no mides 1`70 puesto que el tortazo no es tan grande. Pero cuando tienes esa edad no eres consciente de que tienes que ir aprendiendo cosas que luego tendrás que utilizar para que nadie se ria de ti.

Hay veces que decimos frases  "con derecho" y hasta que no vemos el dolor que producen, no somos conscientes de que no son las correctas. Hay veces, que creemos que seguimos teniendo obligación a saber cierta información por el afecto que hubo. Pero no nos damos cuenta de que si hablamos en pasado, ya no hay que mantenerlo en el presente.

Hay veces que no nos damos cuenta de cuanto queremos a una persona, hasta que no la vemos hundida, débil, y levantándose  sola. Entonces, y solo entonces, es cuando le regalamos un abrazo y le perjuramos que es lo mejor que nos  ha pasado en la vida.

Hay veces, que es mejor abrir los ojos, y salir rodando solos, sin que nadie que no nos acepte tenga que hacernos el favor de enseñarnos.

Y hay veces, que cuando las cenizas del pasado creen que pueden volver a prender una llama, no te queda otra que ser un agua gélida, que las apague, y las destruya para siempre, para que no consigan quemar lo que tú tienes que sacar a flote.

lunes, 19 de marzo de 2012

XLVII: Huelva

Revolotean las golondrinas en mi terraza, vuelan bajo a estas horas, cuando el sol empieza a caer, y sus reflejos dibujan en la Ría un traje a rayas. La gente abarrota las terrazas, los primeros helados pasean por las calles, y los cochecitos de los bebés parecen competir por quién lleva al niño más bonito.
Las pelotas golpean árboles de los parques, y los toboganes piden la vez en ese juego.
Empieza a oler a sal, empieza a verse arena por doquier, y sombrillas, y neveras, y tablas de surf y piraguas. Empieza a haber ganas de playa y de verano.
Pero primero hemos de ver la primavera. Mañana llegará a nuestros días, esa estación que consigue cambiar el ánimo de la gente, que consigue sacar las sonrisas, las miradas tiernas, la sensación de libertad, y de amistad.
Pero en Huelva lleva siendo primavera desde que vine. El sol sale todos los días por mi cabeza, y cae por mis pies, y da paso a la noche más clara y estrellada que haya podido tener en años. Y las luces del puerto al fondo, me cuentan que ha pasado en el mar ese día, y los destellos de la luna se reflejan de nuevo en la Ría.

Se acabaron las inseguridades de la novedad y la adaptación a la nueva vida. En dos meses me he hecho a la ciudad como ella a mi. Y son los pequeños detalles que descubro día a día los que me dan la vida, esa vida que no tengo miedo de compartir. Y son esas pequeñas cosas, que los lugareños rechazan, las que yo utilizo para inspirarme, para encontrarme, para disfrutar de algo que me dejan solo para mi.

El cielo se tiñe de malva, y las carreteras se llenan de farolillos, y  yo espero a mi amor, con la ilusión del primer día, pero con la intensidad del tiempo.

martes, 17 de enero de 2012

XLVI: Mi vida en 25 cajas y unos cuantos bártulos

Hace 4 años llegué a Madrid con un par de maletas, y un contrato sorpresa. La oportunidad, era grande, yo, demasiado joven e inexperta, y me movía sobre todo por las ganas de conocer y aprender, aunque también por amor.
Esto último se acabó, pero mis ganas de seguir consiguiendo cosas, no.

Ahora, 4 años después, el amor me vuelve a mover a otro destino. Sigo teniendo la misma ambición por conseguir nuevos retos, pero ya soy algo más madura y con más experiencia. Pero sobre todo, con valor. Lo he dejado todo por estar con la persona que quiero. Mi trabajo, mis amigos, mi independencia, mi autonomía...Pero sabed, que merece la pena. Libre, y voluntariamente y sobre todo con ganas de tener lo que más cuesta y no se puede comprar. 
Mi vida vuelve a cambiar, ahora en 25 cajas y varios bultos más, que, si el transportista no me tima, deben de aparecer en mi piso nuevo la semana que viene. 
Empaquetar recuerdos, y trastos que se acumulan en 4 años, te da pie para saber todo lo que has conseguido, y lo que queda por conseguir. Es un ejercicio mental y sentimental muy bueno.

Cambio las golondrinas por las gaviotas, el tráfico horroroso por unos cuantos coches en doble fila, el autismo de la gran ciudad por la conversación de la gente, el "me deja pasar" por el "gracias hiha", los atardeceres anaranjados con el skyline de las cuatro torres, por las nubes blancas rozando el mar...

Ahora, sentada en un salón blanco y vacío, con Huelva a mis pies (porque estoy en un 7º), la ría a la izquierda, y mil tareas por hacer, agradezco más que nunca que nadie me quitara la idea de la cabeza en el 2007, que la gente que "dejo" en Madrid me ayudara tanto, y que nadie me haya dicho que estoy loca por perseguir la felicidad.